Las altas cifras de diabetes en nuestro país, nos alarman cada vez más. Son muchas sus consecuencias que pueden llegar a ser graves. Pero existe una enfermedad previa que si no detenemos a tiempo, puede desencadenar en esta enfermedad crónica.
Se trata de la Resistencia a la Insulina. Una afección cada vez más frecuente, nombrada por muchos como “pre diabetes”, suele relacionarse con otros problemas de salud, lo cual conlleva diversas consecuencias si no es tratada a tiempo.
La insulina es una hormona encargada, entre otras funciones de controlar los niveles de glucosa en la sangre y de que la glucosa llegue a las células musculares y se utilice como una de las principales fuentes de energía. Cumple también la función de evitar que se produzca glucosa en el hígado tras las comidas, así como que se liberen ácidos grasos.
La resistencia a la insulina consiste precisamente en la pérdida de estas funciones produciendo así un nivel elevado de insulina en la sangre (hiperinsulinismo), junto con los niveles de glucosa elevados por la pérdida o alteración de la función esencial de la insulina. Esto condiciona una mayor producción de ácidos grasos que bloquean a su vez la acción de la insulina. Este exceso de ácidos grasos se acumula en el tejido adiposo abdominal (obesidad central), en el hígado (esteatosis hepática o hígado graso), y en los músculos.
Existen diversas causas o factores de riesgo que pueden aumentar las posibilidades de generar esa afección. Algunos de ellos son:
La relación entre los depósitos de grasa en el abdomen y la resistencia a la insulina es un hecho demostrado. Aquí las células grasas contrarrestan la acción de la insulina en el hígado liberando adipoquinas y provocan mayor producción de glucosa aumentando la insulina en sangre.
El consumo de grasas saturadas y dietas ricas en sodio, puede desencadenar una resistencia a la insulina. También se postula que la ingesta total de calorías por día sea un factor inductor más que las propias grasas. Si se consumen calorías en exceso, sin duda estamos cargando al cuerpo con más de lo que podemos resistir.
De la misma manera que la obesidad, el sedentarismo provoca el depósito de ácidos grasos en el tejido adiposo abdominal, mientras que la práctica habitual de ejercicio físico evita este mecanismo de acción y, por tanto el desarrollo de resistencia.
El ejemplo más representativo es la cortisona o alguno de sus derivados (corticoides), empleados en el tratamiento de numerosas enfermedades. En algunas ocasiones, estos tratamientos crónicos podrían contribuir a la aparición de resistencia a la insulina.
Una vez que los niveles de sangre indican que existe una resistencia a la insulina, el médico indicará un tratamiento basado en fármacos, dieta y ejercicios. Debe existir esta reacción para que se logre un resultado exitoso.
El medicamento indicado por lo general suele ser la Metformina, el cual si se administra regularmente debiese reducir los niveles de glucosa.
Es fundamental tomar consciencia del cuidado de nuestra salud. Mientras antes detengamos este problema, podremos evitar consecuencias lamentables.
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