Parecería que el estrés es cosa de adultos, pero hay muchas razones por las que un niño puede sentirse estresado. El nacimiento de un hermanito, el cambio de casa, comenzar el colegio... pueden ser situaciones que desencadenen el estrés infantil. Pero, ¿cuáles son las señales de estrés en los niños?
Los problemas para dormir o las alteraciones en el apetito son algunas de las consecuencias más habituales del estrés, aunque existen otras señales
Por suerte, las situaciones de estrés son casi siempre temporales, asociadas a una elevada carga escolar, a tener que someterse a una revisión médica, vacunas, un viaje... Pero si son situaciones que se alargan en el tiempo sus consecuencias pueden ser más graves y llegar a provocar desórdenes mentales en la edad adulta.
Como hemos mencionado con anterioridad, alguna de las razones más frecuentes para el estrés infantil son: la llegada de un nuevo miembro en la familia, la separación de los padres, el cambio de casa o de colegio, el inicio de las clases, los posibles casos de acoso en el colegio, la preocupación por la situación económica del hogar, son situaciones que podrían provocar el estrés cuando el niño crece.
También lo que sucede a su alrededor, las noticias perturbadoras en televisión, las películas de terror... pueden provocarles miedo y estrés, por lo que hay que estar pendientes de la información que les llega.
Si bien con niños pequeños las presiones suelen provenir de fuentes externas (como la familia, los amigos o la escuela), cuando crecen también pueden surgir de la exigencia hacia sí mismos.
En los casos en los que se perpetúen los síntomas en el niño o afecten a la salud del mismo de manera significativa habrá que acudir a un especialista.
Si el niño y su familia comprenden el origen de la problemática, el estrés estará más cerca de controlarse y de superarse. Hay que evitar que el estrés infantil se convierta en crónico ya que podría derivar en procesos más complicados, como ansiedad o depresión.