Muchas veces, las coincidencias de la vida, pueden terminar en algo inesperado y hasta milagroso. Es el caso de James Harrison.
Harrison fue sometido a una cirugía compleja en 1951, cuando tenía 18 años. Fue en ese momento que los médicos descubrieron algo impresionante. La sangre de este australiano contenía un raro anticuerpo con el cual se podía crear un tratamiento para salvar vidas de bebés que sufren la enfermedad hemolítica del recién nacido (EHRN).
Luego de ser descubierta esta particular condición, James Harrison se dedicó a donar sangre y plasma de forma regular y lo ha hecho durante más de seis décadas. Debido a esto, se le comenzó a conocer en el mundo como “el hombre con el brazo de oro”
La enfermedad hemolítica del recién nacido es un trastorno en el que la madre durante el embarazo produce anticuerpos en la sangre, los cuales destruyen los glóbulos rojos del feto.
Esto ocurre cuando la madre y el bebé tienen tipos de sangre diferentes, y generalmente sucede cuando la madre tiene sangre Rh negativo y el feto sangre Rh+, heredada del padre.
Esta enfermedad puede provocar que el bebé se vuelva anémico, se perjudique su desarrollo, padezca ictericia y en ciertos casos muera.
Durante los 1950, los científicos habían descubierto que el anticuerpo de la madre que causa daños en el feto, llamado globulina hiperinmune Rh (RhIg), conocido en Australia como Anti-D, también podía utilizarse para crear un tratamiento.
Es ahí que se crea la inyección de RhIg, que provoca la destrucción de los glóbulos rojos del feto que han estrado en la circulación materna. De esta manera se impide que el cuerpo de la madre genere anticuerpos peligrosos que pueden causar complicaciones en el feto o complicar futuros embarazos.
Esta inyección se aplica en 2 dosis. La primera en los primeros meses de embarazo y la segunda, después del parto.
La sangre de James Harrison contenía, en grandes cantidades, ese compuesto Anti-D que podía salvar la vida de los bebés con EHRN.
De la sangre que él donaba, tomaban el plasma ( que es un componente de la sangre) y la llevaban a los laboratorios para producir inyecciones con el Anti-D.
Harrison cumplió 81 años, la edad límite para ser donante. Durante toda su vida, ayudó a salvar la vida de unos 2,4 millones de bebés. Según los cálculos del Servicio de Donación de Sangre de la Cruz Roja Australiana.
Harrison, quien entregó plasma siempre que el servicio de donación se lo pidió. aseguró sentirse muy feliz de haber ayudado a salvar vidas de bebés. Con esta decisión, contribuyó a los tratamientos de millones de mujeres en Australia, incluida su propia hija.
Este tipo de ejemplos, son dignos de imitar y son muestras de lo maravilloso que es el cuerpo humano y su funcionamiento.