Etapas del Parkinson: cómo avanza la enfermedad y qué esperar en cada fase

Adulto mayor con parkinson

La enfermedad de Parkinson no afecta a todas las personas por igual. Se trata de un trastorno neurodegenerativo progresivo, lo que significa que sus síntomas empeoran con el tiempo. Por eso, entender las etapas del Parkinson es clave para prepararse, adaptar los tratamientos y acompañar a quienes la viven.

¿Cuáles son las etapas del Parkinson?

Las etapas del Parkinson describen cómo progresan los síntomas desde los primeros signos leves hasta fases más avanzadas. Aunque cada persona puede vivir el Parkinson de forma diferente, los especialistas suelen guiarse por la escala de Hoehn y Yahr, una herramienta desarrollada en 1967 que clasifica la enfermedad en cinco etapas clínicas.

Esta escala va desde síntomas leves en un solo lado del cuerpo (etapa 1), hasta una discapacidad severa con pérdida significativa de la movilidad (etapa 5). Gracias a su utilidad en la práctica clínica, se ha convertido en un estándar para evaluar la evolución del Parkinson.

Con el tiempo, se propuso una versión modificada de la escala que incluye etapas intermedias como la 1.5 y la 2.5. Estas permiten un análisis más preciso, especialmente en pacientes que comienzan a tener alteraciones en el equilibrio. En estos casos, se puede utilizar una prueba sencilla y segura conocida como pull test, que evalúa la estabilidad postural y ayuda a detectar el riesgo de caídas.

Etapa 1: síntomas leves y unilaterales

En esta primera etapa, los síntomas suelen ser sutiles y afectan solo un lado del cuerpo. Puede aparecer un temblor leve en una mano, rigidez o lentitud al moverse. En muchos casos la persona puede seguir con su rutina diaria sin mayores complicaciones, y los síntomas pueden pasar desapercibidos o confundirse con otras causas, como el estrés o la edad.

Etapa 2: afectación bilateral

Con el tiempo, los síntomas comienzan a manifestarse en ambos lados del cuerpo. Aunque el equilibrio todavía se mantiene bien, se hace más notoria la lentitud para moverse, los temblores y la rigidez muscular. Las actividades cotidianas, como vestirse o escribir, pueden empezar a requerir más esfuerzo, aunque la persona aún mantiene su independencia.

Etapa 3: alteración del equilibrio

Esta etapa marca un punto importante en la evolución del Parkinson. El equilibrio se ve afectado, lo que aumenta el riesgo de caídas. La persona aún puede caminar por sí sola, pero los movimientos se hacen más lentos y las reacciones son menos ágiles. Una herramienta que puede usarse para evaluar esta pérdida de estabilidad es el pull test, una prueba simple que ayuda a los profesionales a medir el control postural.

Etapa 4: dependencia parcial

En esta etapa, los síntomas se intensifican y comienzan a interferir de forma más evidente en la vida diaria. El paciente puede requerir asistencia para caminar o realizar algunas actividades diarias. Aunque sigue manteniendo algo de autonomía, la presencia de un cuidador o familiar cercano empieza a ser más necesaria.

Etapa 5: pérdida de autonomía

Esta es la etapa más avanzada del Parkinson. Aquí, la persona puede tener serias dificultades para moverse por sí sola y, en muchos casos, necesita una silla de ruedas o permanece en cama. Las tareas más simples requieren apoyo constante.

Además de los síntomas motores, pueden aparecer otros como cambios en la memoria, problemas de sueño, dificultad para comunicarse o estados depresivos. Es un momento en el que el acompañamiento médico, familiar y emocional es fundamental.

Adulto mayor en silla de ruedas

¿Existen diferentes tipos de Parkinson?

Aunque solemos hablar de la enfermedad de Parkinson como una sola entidad, en la práctica puede presentarse de distintas formas, dependiendo de los síntomas predominantes:

  • Tipo tembloroso: Donde el temblor en reposo, por ejemplo en las manos, es el síntoma predominante. Este tipo suele avanzar de forma más lenta y, en muchos casos, tiene un impacto menos severo en la movilidad general durante los primeros años.
  • Tipo rígido-acinético: En el que no hay tanto temblor, pero sí mucha rigidez muscular y bradicinesia, es decir, lentitud para iniciar y coordinar los movimientos. Las personas con esta forma pueden sentir su cuerpo “pesado” o notar que sus gestos y pasos se vuelven más limitados.
  • Tipo postural inestable: Donde el mayor problema no es el temblor ni la rigidez, sino la pérdida del equilibrio y las caídas frecuentes. Este tipo suele aparecer en etapas más avanzadas y puede generar un alto riesgo de lesiones, por lo que requiere una supervisión más cuidadosa.

Aunque comparten algunos síntomas con el Parkinson clásico, como la rigidez y la lentitud de movimientos, tienen causas, evolución y respuesta al tratamiento diferentes. Entre ellos se encuentran la atrofia multisistémica y la parálisis supranuclear progresiva, que suelen progresar más rápidamente y afectar otras funciones del sistema nervioso.

Reconocer estas diferencias permite a los equipos médicos hacer un diagnóstico más preciso y brindar un tratamiento más adecuado a cada persona.

El impacto en la vida diaria

Con el paso del tiempo, el Parkinson no solo afecta el cuerpo, sino también la forma en que la persona se relaciona con su entorno y su calidad de vida en general. Actividades que antes se hacían de forma automática —como vestirse, cocinar o escribir— pueden volverse más lentas o requerir ayuda. Además, el estado de ánimo, la comunicación con los demás y la participación en el trabajo o en la vida social también pueden verse afectados.

Por eso, es fundamental contar con un equipo de salud interdisciplinario que no solo atienda los síntomas físicos, sino que también brinde apoyo emocional, psicológico y funcional.

Además, mantener una red de apoyo familiar y social, seguir una rutina de ejercicios adecuada, y llevar una alimentación saludable pueden ser claves para afrontar los desafíos diarios que implica esta enfermedad. Enfrentar el Parkinson es más llevadero cuando no se hace en soledad.

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