La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurodegenerativo que afecta principalmente el sistema nervioso y el control del movimiento. Suele presentarse con temblores, rigidez muscular, problemas de equilibrio y una lentitud progresiva de los movimientos conocida como bradicinesia. Aunque no tiene cura, hoy en día existen tratamientos y terapias que permiten controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida de quienes la padecen.
Muchas personas se preguntan cómo empieza el Parkinson, ya que sus primeros signos pueden pasar desapercibidos. Uno de los síntomas iniciales más comunes es la bradicinesia, que se manifiesta como una lentitud al moverse o al realizar tareas cotidianas, como abotonarse una camisa, escribir o caminar. También pueden aparecer temblores leves en reposo, rigidez en una extremidad o disminución del movimiento de un brazo al caminar.
Estos síntomas se deben a una alteración en una parte del cerebro conocida como ganglios basales, encargada de coordinar los movimientos. Al dañarse esta área, las señales entre el cerebro y el cuerpo comienzan a fallar, provocando las dificultades motoras características de la enfermedad.
La fisiopatología de la enfermedad de Parkinson se basa en un problema dentro del cerebro que afecta el control del movimiento. Todo comienza en una zona llamada sustancia negra, donde se encuentran neuronas que producen dopamina, un mensajero químico esencial para que los músculos respondan correctamente.
A medida que estas neuronas mueren, disminuye la dopamina, y eso provoca los síntomas clásicos del Parkinson. Es decir, el cerebro sigue queriendo moverse, pero no puede enviar bien las señales a los músculos.
Además, se forman unas estructuras anormales dentro de las neuronas llamadas cuerpos de Lewy, que también afectan su funcionamiento. Aunque aún se estudia por qué aparecen, se sabe que estos cuerpos de Lewy en Parkinson están muy relacionados con el avance de la enfermedad y con síntomas como la pérdida de equilibrio, alteraciones cognitivas y trastornos del sueño.
La causa exacta del Parkinson sigue siendo desconocida, pero se cree que es el resultado de una combinación de factores genéticos y ambientales. Exposiciones prolongadas a pesticidas o solventes podrían aumentar el riesgo. Por otro lado, algunas personas heredan mutaciones genéticas que las predisponen a desarrollar la enfermedad.
En Chile, la situación es especialmente relevante: el Parkinson se ha convertido en el trastorno neurodegenerativo de mayor crecimiento, en parte debido al aumento de la esperanza de vida, ya que el riesgo aumenta con la edad.
El diagnóstico de Parkinson es clínico, lo que significa que se basa en los síntomas y la observación médica. No existe una prueba única que lo confirme, pero herramientas como el pull test, una maniobra donde el médico evalúa si el paciente puede recuperar el equilibrio al ser tirado hacia atrás, ayudan a identificar problemas posturales típicos.
Además, el neurólogo puede pedir imágenes cerebrales o pruebas adicionales para descartar otras enfermedades que se parezcan al Parkinson.
Aunque no existe cura, el tratamiento del Parkinson permite controlar los síntomas en muchas personas. El medicamento más utilizado es la levodopa, que ayuda a reemplazar la dopamina faltante. También se utilizan otros fármacos que ayudan a mejorar el efecto de la levodopa o a controlar síntomas específicos.
Junto con los medicamentos, el ejercicio físico, la terapia ocupacional y el acompañamiento psicológico son herramientas clave para mantener una buena calidad de vida. Además, llevar una dieta balanceada, rica en antioxidantes, y aprender a manejar el estrés puede ser beneficioso para la salud del cerebro.
En algunos casos, cuando los medicamentos ya no son tan efectivos o causan efectos secundarios, se puede considerar una opción quirúrgica llamada estimulación cerebral profunda. Este procedimiento consiste en implantar pequeños electrodos en el cerebro, conectados a un dispositivo que envía impulsos eléctricos para regular los movimientos.
Aunque no es una cura, esta técnica ha demostrado ser muy útil para reducir temblores, rigidez y otros síntomas motores, permitiendo una mejor calidad de vida en pacientes bien seleccionados.
La enfermedad de Parkinson no define a quien la padece. Con el diagnóstico y tratamiento adecuados, es posible vivir con más autonomía y bienestar.
La detección temprana puede marcar una gran diferencia.
Si tú o un ser querido presentan síntomas o ya tienen un diagnóstico, no dudes en buscar orientación médica especializada.
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